Tomando en cuenta la lamentable situación que vive nuestra pequeña pantalla en estos días, con tres de los cuatro canales grandes casi quebrando -y no se entiende todavía como CHV tiene las patitas de producir el Festival de Viña aún en las condiciones en las que está, de otra forma no se explica la parrilla de este año alejada de la sorpresa o del asombro-, una televisora liderando inmerecidamente con nula innovación, cero creatividad pero con un sistema de audiencias, prensa y cuentas twitteras de dudosa procedencia e incluso críticos "imparciales" y "objetivos" a su favor, un canal que cierra prensa, otro que no existe y que solo tiene enlatados y un canal porteño sobreestigmatizado con los infomerciales, resulta inevitable hacer la comparación entre el televidente ochentero y noventero con el de nuestros tiempos.
En todas partes, en toda discusión que se enmarca en torno a la tele, la pregunta es la misma: ¿Acaso el televidente de este tiempo es el peor de todos los 59 años de historia de este aparato?
Pensemos que en los 80s, se vive el auge de la televisión abierta en nuestro país gracias a Canal 13, que elevó los estándares a una situación poco cotidiana para un país como el nuestro y que además impuso patrones de calidad y contenido que el público valoró en su momento, no por nada fueron lideres en sintonía durante gran parte de esa década y la siguiente. Por algo le hicieron buen frente a un TVN utilizado por la dictadura y manipulado hasta el hartazgo.
Y durante los 90s, si bien Canal 13 siguió en la senda de los buenos contenidos, TVN se fortaleció gracias al retorno a la democracia, profundizando su énfasis en las noticias y las telenovelas que mostraban el Chile real, ese país profundo que pocas veces aparece en nuestras pantallas. Vicente Sabatini la hizo de lujo con esas notables demostraciones de que, al igual que lo realizado por Sergio Vodanovic en el canal del angelito, una novela puede perfectamente ser artística.
Podríamos decir que TVN hizo en su época lo que UCTV dejó de realizar por el cambio de director de programación en la época, el señor Jaime Pereira, venido del TVN de la dictadura: Programas trascendentes que identificaban al chileno promedio. Luego vino el 2001, el boom del axé, el farandulismo y el resto es historia conocida, con consecuencias de dominio público.
Y hay un mar de diferencia entre el televidente chileno de los 80s y 90s con el televidente actual.
Partamos por la base del principio: El televidente clásico era exigente, no se andaba con chicas y elegía algo por su fondo, no por su forma. Gracias a RecTV he podido constatar que la televisión en los años 80s era de un ritmo un poco lento que no tendría cabida hoy, pero tenía una prestancia y una caballerosidad gigantesca. Digamos que "Martes 13" se empezó a chasconear con la llegada de Javier Miranda, y "Una vez más", cuya primera temporada llegó con éxito a la misma señal de cable de Canal 13, también le dió otro realce a nuestra tele. Todo, mientras TVN vivia una bancarrota menos peor que la de ahora gracias a su constante apego a los milicos.
El televidente clásico gustaba de historias novedosas. ¿Por qué creen que la historia de un ciego que encuentra el amor, la de una banquetería con una dueña manipuladora, la de un pueblito ficticio de los 60s con una monja entre la espada y la pared, la de otro pueblito ficticio con un alcalde corrupto y donde literalmente no tenían donde caerse muertos, o la de una activista que luchaba contra una malvada empresa forestal, son más recordadas que la de una "pituca" que es embaucada por su esposo y tiene que vivir al barrio bajo, o la de un marino que enviuda y que en ambas, es determinante su falta de conflictos que pongan decisiva a una historia?
Y ahi tenemos otra diferencia: El televidente de hoy perdió lo que poseía el ochentero o noventero, que es la capacidad de asombro. Uno se sorprendía al ver a Juan del Burro, a la sita Evelyn atendiendo los pedidos de una pizzeria o a los invitados que venian al "Viva el Lunes" y que se repetian el plato la misma semana en el "Noche de ronda". Hoy pareciera que el trasfondo de algo le da lo mismo, y eso es lo que tiene a la televisión actual en una crisis tremenda. Creyó que se podía identificar con una farandulita con más carne que talento, o con un cabeza de músculo cuya mayor virtud es comerse a la primera mina que se vió. El realce de antivalores como lo contrario hizo que sucedieran cosas como las que suceden hoy, con casi todos los canales quebrados y viviendo de migajas.
Se reparte la idea en -si, otra vez- Fotech de que Canal 13 debería volver a hacer realities de encierro, que las novelas turcas son lo mejor que le ha pasado a la televisión de Latinoamérica o que Patricio Hernández Pérez es lo mejor que le pasó a nuestra tele. Tristemente, ellos se acostumbraron a desconocer la gloriosa historia de nuestra pequeña pantalla y se dignaron a aceptar una tele de mierda como la mejor del mundo, creyendo que no hay cosas peores y negándose a cambiar sus hábitos, aunque sea por un día, desconociendo esfuerzos para subirle el pelo a esta afligida industria como "Puro Chile" o "Happy Together". Ahora el gran enigma es... ¿Cómo sacarlos de su burbuja? Porque ellos viven en un mundo donde Beren Saat no es una actriz sobreactuada, donde los tronistas que traen de contrabando con Telecinco le dan contenido a la tele o donde las travestis de "The Switch" son espectáculo.
Y pensemos en otra cosa: El televidente europeo o brasilero es mil veces superior al nuestro. No por nada tienen las mejores televisiones de los cinco continentes y sus superproducciones ganan importantes premios. Y tampoco tienen un rating viciado y desactualizado.
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En todas partes, en toda discusión que se enmarca en torno a la tele, la pregunta es la misma: ¿Acaso el televidente de este tiempo es el peor de todos los 59 años de historia de este aparato?
Pensemos que en los 80s, se vive el auge de la televisión abierta en nuestro país gracias a Canal 13, que elevó los estándares a una situación poco cotidiana para un país como el nuestro y que además impuso patrones de calidad y contenido que el público valoró en su momento, no por nada fueron lideres en sintonía durante gran parte de esa década y la siguiente. Por algo le hicieron buen frente a un TVN utilizado por la dictadura y manipulado hasta el hartazgo.
Y durante los 90s, si bien Canal 13 siguió en la senda de los buenos contenidos, TVN se fortaleció gracias al retorno a la democracia, profundizando su énfasis en las noticias y las telenovelas que mostraban el Chile real, ese país profundo que pocas veces aparece en nuestras pantallas. Vicente Sabatini la hizo de lujo con esas notables demostraciones de que, al igual que lo realizado por Sergio Vodanovic en el canal del angelito, una novela puede perfectamente ser artística.
Podríamos decir que TVN hizo en su época lo que UCTV dejó de realizar por el cambio de director de programación en la época, el señor Jaime Pereira, venido del TVN de la dictadura: Programas trascendentes que identificaban al chileno promedio. Luego vino el 2001, el boom del axé, el farandulismo y el resto es historia conocida, con consecuencias de dominio público.
Y hay un mar de diferencia entre el televidente chileno de los 80s y 90s con el televidente actual.
Partamos por la base del principio: El televidente clásico era exigente, no se andaba con chicas y elegía algo por su fondo, no por su forma. Gracias a RecTV he podido constatar que la televisión en los años 80s era de un ritmo un poco lento que no tendría cabida hoy, pero tenía una prestancia y una caballerosidad gigantesca. Digamos que "Martes 13" se empezó a chasconear con la llegada de Javier Miranda, y "Una vez más", cuya primera temporada llegó con éxito a la misma señal de cable de Canal 13, también le dió otro realce a nuestra tele. Todo, mientras TVN vivia una bancarrota menos peor que la de ahora gracias a su constante apego a los milicos.
El televidente clásico gustaba de historias novedosas. ¿Por qué creen que la historia de un ciego que encuentra el amor, la de una banquetería con una dueña manipuladora, la de un pueblito ficticio de los 60s con una monja entre la espada y la pared, la de otro pueblito ficticio con un alcalde corrupto y donde literalmente no tenían donde caerse muertos, o la de una activista que luchaba contra una malvada empresa forestal, son más recordadas que la de una "pituca" que es embaucada por su esposo y tiene que vivir al barrio bajo, o la de un marino que enviuda y que en ambas, es determinante su falta de conflictos que pongan decisiva a una historia?
Y ahi tenemos otra diferencia: El televidente de hoy perdió lo que poseía el ochentero o noventero, que es la capacidad de asombro. Uno se sorprendía al ver a Juan del Burro, a la sita Evelyn atendiendo los pedidos de una pizzeria o a los invitados que venian al "Viva el Lunes" y que se repetian el plato la misma semana en el "Noche de ronda". Hoy pareciera que el trasfondo de algo le da lo mismo, y eso es lo que tiene a la televisión actual en una crisis tremenda. Creyó que se podía identificar con una farandulita con más carne que talento, o con un cabeza de músculo cuya mayor virtud es comerse a la primera mina que se vió. El realce de antivalores como lo contrario hizo que sucedieran cosas como las que suceden hoy, con casi todos los canales quebrados y viviendo de migajas.
Se reparte la idea en -si, otra vez- Fotech de que Canal 13 debería volver a hacer realities de encierro, que las novelas turcas son lo mejor que le ha pasado a la televisión de Latinoamérica o que Patricio Hernández Pérez es lo mejor que le pasó a nuestra tele. Tristemente, ellos se acostumbraron a desconocer la gloriosa historia de nuestra pequeña pantalla y se dignaron a aceptar una tele de mierda como la mejor del mundo, creyendo que no hay cosas peores y negándose a cambiar sus hábitos, aunque sea por un día, desconociendo esfuerzos para subirle el pelo a esta afligida industria como "Puro Chile" o "Happy Together". Ahora el gran enigma es... ¿Cómo sacarlos de su burbuja? Porque ellos viven en un mundo donde Beren Saat no es una actriz sobreactuada, donde los tronistas que traen de contrabando con Telecinco le dan contenido a la tele o donde las travestis de "The Switch" son espectáculo.
Y pensemos en otra cosa: El televidente europeo o brasilero es mil veces superior al nuestro. No por nada tienen las mejores televisiones de los cinco continentes y sus superproducciones ganan importantes premios. Y tampoco tienen un rating viciado y desactualizado.
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