Finalmente el día llegó. Tanto que me había vanagloriado de que a mi entorno cercano no había llegado el "fenómeno turco"... finalmente recibí mi merecido. Una de mis tías ve "Ezel" (Hay un lugar para ti #oknot). Aunque curiosamente, no desde donde Selman, Hernández y Heller esperarían que la viera. No en un televisor etiquetado estadísticamente por TimeIbope, sino desde un tablet, recibiendo la señal online de Mega.
¿Por qué les hablo de esto? Por una reflexión que hago sobre la ficción en televisión abierta. Si se fijan bien, el apogeo de las series otomanas tiene que ver con la (falta de) fortaleza de los productos criollos. Para muestra, dos botones: ¿Cómo le ha ido a "Las mil y una noches" en Argentina y Brasil? ¿Han permitido la aparición de más melodramas turcos en esas naciones?
La respuesta en la cuna de la Rede Globo es un rotundo no. Se emite en un canal pequeño llamado Band, en el que su director de programación, el argentino Diego Guebel (cofundador de CQC y de Cuatro Cabezas con Mario Pergolini) creó el tren programático más freak de la historia, copando el prime time con la mencionada producción del país musulmán, un pastor evangélico que predica alrededor de una hora y 2 capítulos de Los Simpson. Aún así, el programa punta del actual liderazgo de Mega no logra pasar de los 5 puntos de rating, siendo superada por 3 canales: Record (que a esa hora emite persecuciones policiales), SBT (que emite una adaptación de la serie argentina "Chiquititas", que pasa de los 10 puntos) y Rede Globo (que a esa hora emite el noticiero central y continúa con su teleserie principal, liderando la audiencia arriba de los 30 puntos). ¿Qué conclusión podemos sacar? Que donde la producción nacional es de buena calidad y sintoniza con la gente, es prácticamente imposible que se produzca una saturación con melodramas añejos.
La situación en Argentina es más parecida a la nuestra, aunque algo diferente. El programa estrella del low-cost del 2014 (que quede claro, no hablo de Pituca sin Lucas, que también es low-cost, pero no es algo que nació ahora, ya diré después por qué) debutó en el verano de 2015 en El Trece, canal del Grupo Clarín, principal crítico del gobierno actual trasandino. Le ha ido bien, lidera en su horario pero no supera los 20 puntos como acá. Desde 2006 hasta ahora, esta estación pelea el liderazgo de audiencia con Telefé, propiedad de Telefónica, y que lideró los ratings inapelablemente desde 1990 hasta 2009. El Trece logró 2 años de liderazgo, aprovechando una crisis de su competidor, que terminó a mediados del 2011 cuando asumió en la gerencia de programación Tomás Yankelevich, ijo de Gustavo Yankelevic, el que había fundado el canal hace 25 años. Desde ese minuto la competencia ha sido muy cerrada. Eso explica que ambos canales se copien las estrategias, lo que explica que Telefé también le haya apostado a la ficción otomana, aunque por ahora, en horarios más alejados del prime que su competidora. El escenario de ficción nacional de ese país no es tan distinto al chileno, ya que más allá de las series que se emiten en esos canales (y que realizan productoras como Pol-Ka, Underground, 100 Bares o LCA), todo lo que se hace son productos de bajo presupuyesto realizado con fondos públicos (y varias veces con fines propagandisticos).
Volvamos a Chile, para decir algo incómodo. Resulta que la crisis creativa de la ficción nacional comienza con... Amores de Mercado. ¿Por qué? ¿Y dónde quedan los más de 50 puntos que marcaba casi todos los días? La verdad, es que ahí se empezó a notar un aburguesamiento en las ideas de los realizadores. A pesar de que hubo varios proyectos interesantes luego de eso (tanto en teleseries, fundamentalmente en TVN o Canal 13), se empezó a ver una tendencia hacia la repetición de argumentos, la falta de presupuestos, el aumento de un destape mal entendido y la desaparición de cualquier sublectura. En síntesis, empobrecimiento. Eso permitió a la madre del cordero, María Eugenia Rencoret, difundir un modelo de bajo costo para producir ficción que aparentemente identificara al público chileno. Abundancia de tramas "populares" de comedia o dramas "ABC1" con hartas escenas de sexo y sangre. Esos extremos, sin término medio. Con eso podía hacer 6 producciones al año y poder decir en toda clase de reuniones que producía la misma cantidad de teleseries que la poderosa Rede Globo. ¿Series? Bien gracias, para eso están los fondos CNTv, ya que ese tipo de producto no es masivo. Esa es su lógica, trabajó así en TVN desde la salida de Sabatini y así trabajará en Mega.
¿Cómo arreglar esto? Simple: Con creatividad y dignidad. Con la salida de CHV de este tipo de productos, solo quedan 2 generales que pueden parar al estilo antes mencionado: Alejandro Burr e Ignacio Arnold. Ambos tienen la no fácil misión de volver a levantar las 2 áreas dramáticas tradicionales, que hoy se encuentran a medio morir saltando. Eso no se logrará si se dedican solo a copiar lo que existe. Hay que mirar más a fondo. ¿Por qué no, en lugar de hacer una "teleserie nocturna", se producen series junto con productoras tal como se hace en Inglaterra, España e incluso (digámoslo bien fuerte) Turquía) ¿Por qué las teleseries deben durar un semestre? ¿No se pueden hacer más "a la europea" con tramas más corales y menos pegadas al folletín, y que pueden durar muchos años? Si lo que marca más a las 20 horas son sitcoms disfrazadas de telenovelas. ¿Por qué no producir sitcoms bien hechas para ese horario? Todo es cuestión de elegir bien las ideas y cuidar los presupuestos. El desafío está servido.
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¿Por qué les hablo de esto? Por una reflexión que hago sobre la ficción en televisión abierta. Si se fijan bien, el apogeo de las series otomanas tiene que ver con la (falta de) fortaleza de los productos criollos. Para muestra, dos botones: ¿Cómo le ha ido a "Las mil y una noches" en Argentina y Brasil? ¿Han permitido la aparición de más melodramas turcos en esas naciones?
La respuesta en la cuna de la Rede Globo es un rotundo no. Se emite en un canal pequeño llamado Band, en el que su director de programación, el argentino Diego Guebel (cofundador de CQC y de Cuatro Cabezas con Mario Pergolini) creó el tren programático más freak de la historia, copando el prime time con la mencionada producción del país musulmán, un pastor evangélico que predica alrededor de una hora y 2 capítulos de Los Simpson. Aún así, el programa punta del actual liderazgo de Mega no logra pasar de los 5 puntos de rating, siendo superada por 3 canales: Record (que a esa hora emite persecuciones policiales), SBT (que emite una adaptación de la serie argentina "Chiquititas", que pasa de los 10 puntos) y Rede Globo (que a esa hora emite el noticiero central y continúa con su teleserie principal, liderando la audiencia arriba de los 30 puntos). ¿Qué conclusión podemos sacar? Que donde la producción nacional es de buena calidad y sintoniza con la gente, es prácticamente imposible que se produzca una saturación con melodramas añejos.
La situación en Argentina es más parecida a la nuestra, aunque algo diferente. El programa estrella del low-cost del 2014 (que quede claro, no hablo de Pituca sin Lucas, que también es low-cost, pero no es algo que nació ahora, ya diré después por qué) debutó en el verano de 2015 en El Trece, canal del Grupo Clarín, principal crítico del gobierno actual trasandino. Le ha ido bien, lidera en su horario pero no supera los 20 puntos como acá. Desde 2006 hasta ahora, esta estación pelea el liderazgo de audiencia con Telefé, propiedad de Telefónica, y que lideró los ratings inapelablemente desde 1990 hasta 2009. El Trece logró 2 años de liderazgo, aprovechando una crisis de su competidor, que terminó a mediados del 2011 cuando asumió en la gerencia de programación Tomás Yankelevich, ijo de Gustavo Yankelevic, el que había fundado el canal hace 25 años. Desde ese minuto la competencia ha sido muy cerrada. Eso explica que ambos canales se copien las estrategias, lo que explica que Telefé también le haya apostado a la ficción otomana, aunque por ahora, en horarios más alejados del prime que su competidora. El escenario de ficción nacional de ese país no es tan distinto al chileno, ya que más allá de las series que se emiten en esos canales (y que realizan productoras como Pol-Ka, Underground, 100 Bares o LCA), todo lo que se hace son productos de bajo presupuyesto realizado con fondos públicos (y varias veces con fines propagandisticos).
Volvamos a Chile, para decir algo incómodo. Resulta que la crisis creativa de la ficción nacional comienza con... Amores de Mercado. ¿Por qué? ¿Y dónde quedan los más de 50 puntos que marcaba casi todos los días? La verdad, es que ahí se empezó a notar un aburguesamiento en las ideas de los realizadores. A pesar de que hubo varios proyectos interesantes luego de eso (tanto en teleseries, fundamentalmente en TVN o Canal 13), se empezó a ver una tendencia hacia la repetición de argumentos, la falta de presupuestos, el aumento de un destape mal entendido y la desaparición de cualquier sublectura. En síntesis, empobrecimiento. Eso permitió a la madre del cordero, María Eugenia Rencoret, difundir un modelo de bajo costo para producir ficción que aparentemente identificara al público chileno. Abundancia de tramas "populares" de comedia o dramas "ABC1" con hartas escenas de sexo y sangre. Esos extremos, sin término medio. Con eso podía hacer 6 producciones al año y poder decir en toda clase de reuniones que producía la misma cantidad de teleseries que la poderosa Rede Globo. ¿Series? Bien gracias, para eso están los fondos CNTv, ya que ese tipo de producto no es masivo. Esa es su lógica, trabajó así en TVN desde la salida de Sabatini y así trabajará en Mega.
¿Cómo arreglar esto? Simple: Con creatividad y dignidad. Con la salida de CHV de este tipo de productos, solo quedan 2 generales que pueden parar al estilo antes mencionado: Alejandro Burr e Ignacio Arnold. Ambos tienen la no fácil misión de volver a levantar las 2 áreas dramáticas tradicionales, que hoy se encuentran a medio morir saltando. Eso no se logrará si se dedican solo a copiar lo que existe. Hay que mirar más a fondo. ¿Por qué no, en lugar de hacer una "teleserie nocturna", se producen series junto con productoras tal como se hace en Inglaterra, España e incluso (digámoslo bien fuerte) Turquía) ¿Por qué las teleseries deben durar un semestre? ¿No se pueden hacer más "a la europea" con tramas más corales y menos pegadas al folletín, y que pueden durar muchos años? Si lo que marca más a las 20 horas son sitcoms disfrazadas de telenovelas. ¿Por qué no producir sitcoms bien hechas para ese horario? Todo es cuestión de elegir bien las ideas y cuidar los presupuestos. El desafío está servido.